LEE LAS PRIMERAS PÁGINAS AQUÍ
Albert Goshman es uno de los magos de cerca más importantes de la historia con miles de actuaciones en el Castillo Mágico destinadas al perfeccionamiento constante del primer acto de magia de cerca compacto y estructurado como tal.
En este libro podrás estudiar todos los detalles de su espectáculo completo así como sus mejores técnicas y juegos.
Una obra mágica para entender y disfrutar de uno de los personajes más influyentes de la magia.
CONÓCETE A TI MISMO por Gabi Pareras
Uno de mis mayores pecados es no haber aprendido idiomas. Pero he crecido rodeado de aficionados que sí podían leer libros de magia en más de un idioma. En todos estos años nadie me ha hablado del contenido de este libro. Y sin embargo, gracias al trabajo de Mystica, acabo de leer las seis ¡SEIS! páginas más sinceras, descarnadas y sabias que recuerdo:
Palabras sabias: «Tu eres la magia.» (Jay Ose)
Sí, porque la magia es un arte encarnado que se realiza en primera persona, siendo cada uno de nosotros marco de nuestra propia obra.
«Debéis centraros en ser únicos.»
Porque el arte no se juzga por comparación ni los artistas compiten entre sí. Ser mejor o peor no es relevante en absoluto frente a la diferencia. Ser mejor o peor que otros no tiene el más mínimo valor. Pero ser diferente, distinguirse, lo fundamenta todo.
«Si escribiese una lista con las diez cosas más importantes en un espectáculo de magia, la última de ellas serían los efectos. »
Goshman establece aquí el criterio de valor sobre el efecto al modo en que lo hizo el maestro Arturo de Ascanio con la técnica. Un 10% fundamental, pero un 10%.
«El mago profesional hace juegos viejos para público nuevo y el aficionado juegos nuevos para público viejo.»
De nuevo me viene a la mente el maestro Arturo de Ascanio al que recuerdo diciendo que hay que envejecer con los juegos.
«La buena magia se construye EN AUSENCIA DE TECNICAS.»
Arturo, Arturo, estas en todas partes, cuando también dices que la técnica perfecta es la técnica que no existe. ¿No es acaso lo mismo?
Insisto, seis páginas que me han estremecido de placer, sucintas, claras y contundentes. Es decir, con las mismas cualidades que la magia de quien las pronuncia-escribe: el genial Albert Goshman.
Con respecto al libro en su totalidad he de decir que desde la primera página me ha absorbido. Toda la primera parte es como una biografía abreviada de la vida de Albert Goshman tan bien narrada y ajustada a lo fundamental que no necesitas más para ver e imaginar al personaje y su grandeza. Un tipo sin el barniz de lo socialmente correcto, pero de fuerte carácter y lucida inteligencia que nunca se negó a sí mismo. Más bien todo lo contrario. Creo que todo esto se ve claramente reflejado cuando le ves actuar aunque sea en una grabación de dudosa calidad.
Nunca se mira las manos mientras realiza sus pases, sino a ti. Para luego dirigirte al cruzar su mirada con la acción «tramposa», justa y oportuna, aprovechando cada hueco, cada resquicio, cada momento de breve relajación. Y tu, que no podrás apartar la vista de ese rostro entre desafiante y socarrón, sin darte cuenta, tendrás la atención cautivada. A partir de ese instante, manejará tu mirada con la misma destreza que si fuera una marioneta.
No es ni detallista ni cuidadoso. Los objetos se lanzan de una mano a otra, se tiran sin miramiento sobre el tapete: monedas, chapas de bebidas, monturas de monedero, se desparraman sin dibujo ni forma alguna. Encarna como nadie la soltura ascaniana, es decir, la distancia física con la «trampa».
Cuando realiza sus monedas a través de la mesa, por ejemplo, se puede apreciar claramente el modo de concebir sus juegos, nada sobra porque nada está de más. En cada fase final las monedas quedan en la situación inicial justa para realizar la siguiente. Sin retocar, sin recolocar, sin nada. Sencillamente, la rutina continúa en el punto en el que se quedó. Hasta llegar a esa última moneda, la más limpia, clara y contundente última moneda que yo he tenido posibilidad de conocer.
De manera recurrente, ninguna acción es más importante que otra, dejando así que el gesto mágico, traducido en palabras mágicas como «vete» o «por favor», adviertan de la desaparición de una moneda tan solo un instante antes de que se produzca, para, inmediatamente, con sonrisa malintencionada, pasar al efecto siguiente. Su mirada es la imagen misma de la despreocupación, esto es, la distancia psíquica con la «trampa».
Pero, ¿dónde está la moneda? Basta ahora una mirada a la espectadora y otra hacia el pimentero (gesto mágico transformado aquí en mirada mágica) para que ésta, sorprendida ante la actitud del mago, advierta de repente que algo ocurre. Tímidamente acerca su mano al pimentero, inclina la cabeza, lo levanta e, incomprensiblemente, una vez más (¿cuántas van?) aparece debajo la moneda desaparecida, sintiendo en esos instantes que el mago que tiene a su lado es un auténtico demonio. No imagina lo que está todavía por llegar.
La interacción con las dos espectadoras que lo circundan es constante, siempre con la complicidad pícara del público. Ellas alucinan y el resto de espectadores goza de esas reacciones, pero en un estado a su vez de asombro constante. La pregunta es ¿cómo reírse de esa complicidad con la boca abierta por el pasmo?
Sabemos que «si escribiese una lista con las diez cosas más importantes en un espectáculo de magia, la última de ellas serían los efectos. » La pregunta que cabe hacer es ¿cuál sería la primera que encabezaría la lista? Efectivamente, el incomparable Albert Goshman.
¿Cómo es posible hilar un número, todo un acto de magia, al modo de un tapiz: sin parches, sin fisuras, sin remiendos? Solo hay un modo sea cual sea el talento (o talentos) que se pongan en la empresa: actuando delante del público, sesión tras sesión. Tanta maravilla es imposible imaginarla en la soledad del artesano que pule sus pases, sus ardides. No es mera cuestión de concepción mágica, sino más bien de experiencia acumulada y fina inteligencia para extraer de ella hasta la última gota.
Por eso mismo, sólo Albert Goshman puede elevar este acto a su máxima expresión mágica y artística porque nace, crece y madura en primera persona, al modo de una segunda piel. Por eso su acto tiene edad, carácter, arrugas, humores. En definida, una vida interior mágica, volcada hacia fuera, hacia el que mira.
Este prólogo se está convirtiendo en un vicio. Seguiría y seguiría, juego tras juego. Como esa bola inexistente que se pasa de una mano a la otra. Esa moneda al vaso, con el «click, click» que avisa de su mágico regreso. O la coreografía digital con la que pausa su «Chink a chink». Y esos pañuelos que como una danza del velo adornan cómicamente su versión de la baraja Dévano.
Todo está en este libro de apenas doscientas páginas. Como un reflejo negro sobre blanco de «una vida traslada al papel». Sea cual sea su precio, este es su verdadero valor, el valor de toda una vida. ¿Se puede pedir más?
Valoraciones
No hay valoraciones aún.